Hace un mes que la ley que prohibe fumar en los lugares públicos nos acompaña, es algo así como una piedra en el zapato, que molesta y bastante pero que sería falso culparla de la cojera..
Ciertamente que tiene su incidencia en la disminución del consumo en los bares, pero de ahí a culparla de ser la causante de todos males hay una fuerte hipocresía.
Con ley o sin ley, una sociedad con más de 4.000.000 de personas en el paro y muchos otros con miedo al futuro es lógico que todo se contraiga y genere un espiral que cada día se acerque más centro y ese centro es la bajada de persianas de muchos emprendimientos.
Lo que se resulta digno de un análisis sociológico profundo es la variedad de nuevos colectivos que la medida señalada ha prohijado: hosteleros insumisos, autoridades laxas, incumplidores de toda laya, en fin: un aquelarre que quizás el tiempo corrija.
Mientras tanto, los legales, están a punto de enloquecer por las competencias desleales, por el dejar hacer, por el no ver, por el dar carta blanca a cada cosa para no crispar, recordar que este es un año electoral, y así va la cosa.
De todos modos, los millones de no fumadores que invadirían nuestros locales siguen sin aparecer y lo que más aumenta es la venta de remedios contra los constipados, quizás producto de salir a fumar a la calle.
Todo se normalizará, es sólo cuestión de tiempo, o como decía Alberto Córtez, ni poco ni demasiado, todo es cuestión de medida.
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