Una pareja se sentó en la terraza, les preguntamos que iban a beber, nos dijeron e ingresamos al local para prepararlo.
La chica entró, fue al servicio, al salir se acercó a la barra, pagó lo que habían pedido y se ofreció a llevarlo ella a la mesa.
Al rato, mientras conversaban animadamente, salí a fumar a la acera, tal como se usa en la actualidad.
Al verme, el joven de bastante mal talante, me dijo: quedate tranquilo, que no nos vamos a escapar sin pagar, obviamente desconociendo que ya estaba todo pagado por su compañera de mesa.
La chica se puso colorada, se le acercó y algo le dijo, quizás que se había pasado tres pueblos, ya que ella ya se había cargo del gasto.
Ella, un tanto avergonzada me miró como disculpándose, recibiendo como respuesta una sonrisa.
A veces aquello de, el silencio es salud, ahorra más de un inconveniente.
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